La partida del Papa Benedicto XVI. Foto: Michael Kappeler / EFE |
Debo confesar que fui bautizada en la Iglesia Católica, Apostólica y Romana; pero ello no significa que
deba ser una fiel seguidora de la Iglesia católica. Pues desde muchos años atrás,
los escándalos que se escuchan alrededor de la misma Iglesia y de sus
representantes son espantosos.
Cuando el Papa Benedicto
XVI fue elegido, sinceramente debo decir que no me trasmitía nada. Como sí sucedía
con Juan Pablo II. Igual que en sus
intervenciones, podía observar un Papa
más diplomático y también administrativo, que integrado con la necesidad del
mundo en general. Simplemente no me llenaba.
Hasta hace dos semanas ese era mi pensar. Cuando anunció su
renuncia, desde mi perspectiva pude observar un Papa diferente. Un Papa que está bastante adolorido por
todo lo que se vive allí adentro en el Vaticano y por ende en la Iglesia
mundialmente. Ayer y hoy han sido momentos muy emotivos, el pueblo católico lamenta
su retiro.
El Papa ha sido
muy valiente al decidir renunciar. Algunos nos preguntamos ¿cómo Juan Pablo II no lo hizo? Son dos
mentalidades diferentes, resistencias diferentes, donde quizás él trataba de
solucionar las cosas desde adentro de otra forma, o acepto cargar con esa cruz en
silencio hasta el final de sus días.
Porque Juan Pablo II también estaba enfermo como Benedicto XVI y en realidad ese no es motivo para renunciar. La verdad está en el infierno que se vive allí.
Porque Juan Pablo II también estaba enfermo como Benedicto XVI y en realidad ese no es motivo para renunciar. La verdad está en el infierno que se vive allí.
Ya Benedicto XVI se retiró, pero no es a descasar.
Quizás por un lado ya termino con esa carga tan pesada que representa vivir con
la corrupción al interior de la Iglesia. Otra cosa es que se va afligido de
tanto dolor por todo aquello que se vive diariamente y que además es tan grave.
La Iglesia Católica de hoy ya no es la Iglesia Católica de los tiempos que el Apóstol Pedro dejó.
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